Las constelaciones, en su esencia, buscan la misma verdad, pero se diferencian profundamente en sus métodos. El destino es el mismo, pero el camino es distinto.
En las Constelaciones Familiares, el proceso es un baile consciente. El cliente debe abrirse y ser un canal, interpretando las sensaciones y emociones que emergen durante la sesión. La mente, aunque no dicta, participa en la decodificación de la información, guiando la imagen sanadora que se va construyendo. Es un proceso de co-creación, donde la apertura personal es la llave.
En las Constelaciones Fluviales, el enfoque es una rendición total. Aquí, la participación de la mente y su interpretación se diluyen por completo, ya que el agua lo muestra todo. El agua actúa como un reservorio de memoria ancestral, reflejando sin juicio ni filtro la dinámica del sistema. La sabiduría reside en la pura manifestación del elemento, permitiendo que la solución fluya de manera orgánica, sin la intervención de la percepción humana.